El coro de la universidad Ana G. Méndez, recinto de Gurabo, se montó en una magnífica travesía hacia los Estados Unidos con más de 40 coristas hombres y mujeres, incluyéndome. Fue un intercambio cultural que benefició nuestro conocimiento musical, viajero e histórico.
Por: Bianca C. Santiago
Muy temprano en la mañana del 5 de junio, todos los integrantes del coro nos encontraron, junto con el director coral Daniel Tapia, en el aeropuerto Luis Muños Marín para luego abordar un largo viaje a aquella extraña ciudad anglosajona. Luego de cuatro horas, llegamos a nuestra primera parada, al ajetreado, aeropuerto Kennedy de la ciudad de Nueva York, para luego embarcar otro extenso viaje, en autobús, hacia nuestra segunda y última parada, Pensilvania.
Horas muertas, pero no tan aburridas, anduvimos en aquel gigante autobús observando paisajes, ciervos y ganados. Entonces, cuando menos lo esperábamos arribamos al tan esperado destino, el condado de Lancaster Pensilvania. Poco después, nuestro coche se encontró frente a frente con un letrero que decía: “Welcome Coro Universidad Ana G. Méndez”, indicando que habíamos llegado al lugar donde pernoctaríamos por cinco días.
Cansados, pero con gran entusiasmo, el numeroso grupo fue a sus respectivos cuartos para dejar todo el equipaje. Algunos se acomodaron en la cómoda cama, pero otros, como yo, salimos a explorar nuestro lugar de alojamiento. Ya alrededor de diez minutos sabíamos todo lo que contenía aquel hotel y así, sin más que ver, volvimos a los cuartos para esperar la madrugada del siguiente día.
Ya en la refrescante mañana, nuestro grupo gigante estaba listo para abordar otro autobús he ir a ver la comunidad Amish, conocidas, por vivir en total austeridad. Ver como vivía esta gente con sus carruajes y elementos simples, nos causó mucho asombro e interés en ese estilo tan peculiar de coexistir. Luego de haber pasado un día conociendo una cultura, y cantarle a una linda familia amish, nos dirigimos a conocer el coro ‘Opus One’ con los que estaríamos compartiendo escenario en nuestra presentación magistral en Lancaster.
Conocimos a los coristas que nos recibieron con mucha amabilidad y junto a ellos ensayamos una pieza musical hermosa que lleno de emoción cada soprano, alto, tenor y bajo, que estaba en aquella sala. Al siguiente día, todo era euforia en el hotel. Todos los coristas se estaban preparando para el concierto y había movimiento constante por todas partes. La algarabía se oía por los pasillos y se escuchaba “¿Alguien tiene una plancha en su cuarto?” o “¿Cuál era el orden de la música?”. Al final, todos estábamos más que listos y cantamos al son de un órgano bellísimo y muy orgullosos de poder representar a nuestra isla y universidad.
Ciertamente, ya nuestro viaje estaba llegando a su fin. Pudimos ver la ciudad y la historia de filadelfia y los amigos de coro ‘Opus One’ nos dieron un sabroso almuerzo de despedida justo el día antes de partir a nuestra bella isla del encanto. Recordaré con gran alegría el estado de Pensilvania donde tengo muchos recuerdos con mis compañeros y puede explorar una cultura distinta donde conocí personas nuevas y definitivamente cree experiencias dignas de recordar.