La cicatrización de una herida costeras

Por: Karla Cordero Rivera, estudiante de maestría en Relaciones Públicas.

El viento roza el rostro, la arena se escabulle entre los pies y el mar, en un vaivén, hace su invitación, pero el paisaje ya no es el mismo. Debes descender un corte de un montículo de arena de más de un metro y medio de alto para poder llegar hasta la orilla. Este es el panorama de varias playas en la zona norte de Puerto Rico causado por la erosión en el terreno. La costa de la Isla sufrió un fuerte impacto con el paso de los huracanes Irma y María. Sin embargo, la situación se agravó para los pueblos del litoral norte luego de que una marejada histórica, causada por una baja presión y un frente frío, llegara hasta las playas de la zona con olas de 15 a 25 pies y erosionara gran parte del suelo.

“María, como quien dice, preparó el terreno porque la tierra se saturó por la lluvia.
Después, cuando llegó el agua del mar, fue desastroso”, narró Carmen Rodríguez, residente
del barrio Islote en Arecibo, a quien las marejadas le socavaron su casa y ocasionaron que
la pared trasera de la infraestructura cediera y terminara introducida en la propiedad.
La playa La Marina en Hatillo presenta un corte en la arena de más de un metro y medio de alto.

Marejadas de Muerto
Marejadas de Muerto, es así como se les conoce popularmente a los eventos de fuerte oleaje
que ocurren en el área norte de la Isla durante los meses de octubre a marzo y son causados,
mayormente, por frentes fríos o formaciones ciclónicas. En Puerto Rico, lo que distinguió
las Marejadas de Muerto del pasado mes de marzo fue que el paso del huracán María
disminuyó la capacidad de resistencia de las playas.
“La playa no se fue completa con María. Vino María sacó arena, la movió, la golpeó y la
dejó tambaleando, no la mató. Lo que hizo fue disminuir el umbral geomórfico que se
define como la capacidad que tiene un recurso natural, en este caso la playa, para resistir un
embate de olas”, expresó la doctora y directora del Instituto de Investigación y
Planificación Costera de Puerto Rico, Maritza Barreto.
¿Cómo distinguimos la marejada de muertos? El periodo regular del oleaje en Puerto Rico
tiene una distancia en tiempo de tres a seis segundos entre cresta y cresta. “Si yo estuviera
en el agua, el transcurso entre una ola y otra duraría entre cinco y seis segundos”, explicó la
doctora Barreto quien también es catedrática de la Escuela Graduada de Planificación. Lo
preocupante de las Marejadas de Muerto es que las olas tienen un periodo de ocho a veinte
segundos que permite un mayor fortalecimiento de la onda.
De tenerlo todo, a no tener nada
El reloj marcaba la 1:15 en la madrugada del 4 de marzo, las olas producían un sonido
ensordecedor mientras sacudían la costa del barrio La Boca en Barceloneta. “Se fue todo, la
casa con todo, no nos dio tiempo de nada”, lamentó Luz Ortiz Rivera mientras narraba
cómo la marejada había destruido su hogar. El mar se llevó consigo 270 pies de la
propiedad y terreno en los que vivían Ortiz y su esposo Rafael Rosario. “Nunca volverٔá a
ser como antes”, contó Rosario, quien también añadió que el agua arrasó con 42 palmas, un
bohío, un rancho y un jardín que se encontraban en su terreno.

¿Y qué pasó con los comercios?
El acontecimiento natural no solo afectó a residentes del área, sino también a comerciantes.
Este fue el caso de Daniel Reyes, propietario del restaurante Pura Pesca en Barceloneta. “El
huracán no afectó tanto a la propiedad ni al negocio, pero las marejadas sí tuvieron un
efecto bastante grande. Se llevó aproximadamente 50 pies de arena. Al llegar al restaurante
tumbó el baño y el deck [un tipo de terraza]”.
Daños en el ecosistema

La playa es el ecosistema de varias especies en peligro de extinción como lo son el tinglar y
el pelicano pardo. “Uno de los impactos mayores es sobre los hábitats para las tortugas,
específicamente durante los procesos de anidaje. […] La tortuga necesita una playa que sea
ancha, con unas pendientes, con una calidad y diámetro de arena específicos. Si se reduce el
ancho de playa, no es la playa, ni la pendiente que buscan estas tortugas”, explicó la
doctora Barreto. La catedrática hace hincapié de que no se puede establecer una relación
directa con las marejadas, pero que está probado que este año hubo menos anidaje de
tortugas en Puerto Rico.

¿A dónde fue la arena?
Es claro que la arena ya no se encuentra en el mismo lugar donde estaba antes. “Sabemos
que la arena se fue, no sabemos a dónde se fue”, aclaró la doctora Maritza Barreto.
También mencionó que existen varias hipótesis, entre ellas, que la arena se haya depositado
tierra adentro o entrado en el mar, descendido por los cañones submarinos de la plataforma
insular y terminado en las profundidades de la Trinchera de Puerto Rico. Esta fosa marina
se localiza al norte de la Isla y es considerada como el segundo lugar con más profundidad
en el mundo.

John Philip, residente del barrio La Boca en Barceloneta y dueño del apartamento
vacacional Machuka Garden Village localizado en el mismo barrio, ofreció una hipótesis
basada en el área donde se encuentran sus propiedades. “Esa arena que está allá arriba es la
que hace falta en esta orilla”, expresó Philip mientras señalaba que la arena que había en la
playa aledaña a su apartamento vacacional se trasladó hasta la desembocadura del Río
Grande de Manatí. Según su versión, esa es la razón por la cual la región cercana a la
desembocadura presenta una elevación mayor de terreno.

Todo es cuestión de tiempo…
A un año de los embates de Irma y María y casi seis meses de la última Marejada de
Muertos, la mayoría de las playas en el norte, como Playa Grande en Arecibo y Playa
Tombolo en Manatí, aún no han podido reponerse. Algunas de ellas apenas han recuperado
un diez por ciento, por ejemplo, la playa La Boca en Barceloneta.
Las costas usualmente se recuperaban en un periodo de ocho a diez meses, en un escenario
ajeno a huracanes, e incluso se podían reestablecer dos veces en un año. “La variable
fundamental [para este retraso] fue la exposición a las marejadas, especialmente en toda esa
área norte”, añadió la catedrática Barreto.
¿Se pudo haber evitado?
Juan Carlos Puig, abogado ambientalista y profesor de la Universidad de Puerto Rico en
Arecibo, puntualizó: “En Puerto Rico, cuando se aprobó la Constitución en 1952, se
convirtió en uno de los primeros países en incorporar, a nivel constitucional, una referencia
a la importancia de proteger los recursos naturales”. Sin embargo, no es hasta el 1970 que
en el país se implementa una legislación ambiental específica con la puesta en vigor de la
Ley de Política Pública Ambiental. Durante los años previos a la aprobación, la extracción
de dunas y la construcción en zonas marítimo-terrestres eran legales. Esto, junto al
calentamiento global, se convierten en algunas de las causales de la erosión tan significativa
en las playas. Lo que responsabiliza, en parte, a las actividades humanas de las
repercusiones ambientales que sufre la isla actualmente.
Aún queda esperanza…
Sin duda, el panorama costero del norte de Puerto Rico se transformó completamente. No
obstante, profesionales aseguran que existen soluciones. “La erosión es un proceso natural
y, por ser proceso natural, se supone que la playa tenga un espacio para recuperarse, sin
embargo, podemos intervenir para permitir que esta recuperación suceda” indicó la doctora
Barreto. Entre esas intervenciones se encuentran la estabilización de dunas, la siembra de
vegetación sobre ellas y la construcción de dunas artificiales.
Tanto el licenciado Puig como la doctora Barreto, concuerdan en que la erosión siempre va
a afectar al litoral dado a que la marea estará en constante fricción con el terreno. Es deber
del pueblo y el gobierno puertorriqueño establecer y cumplir con métodos que eviten que la
erosión gane más terreno y afecte de manera irreparable la costa norte del país. El
licenciado Puig exhorta a educar sobre “la importancia de proteger nuestro entorno natural”
y añade que es importante que la reglamentación ambiental existente sea puesta en vigor de
una manera más eficaz. De esta manera, se salvaguarda las vidas de las comunidades
cercanas a las playas, se contribuye a la repoblación de animales que se encuentran en
peligro de extinción y se preserva la belleza de una costa bañada por aguas cristalinas.